Las Edades de Gaia


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  • Fecha de creación 9 abril, 2016
  • Última actualización 9 abril, 2016

Las Edades de Gaia

La idea de que la Tierra está viva se encuentra fuera de los límites de la credibilidad
científica. Empecé a pensar y a escribir sobre ella al llegar a los cincuenta. Era
suficientemente viejo como para ser radical sin la mancha culpable de la senilidad. Mi
contemporáneo y paisano el novelista William Golding sugirió que cualquier cosa viva
merece un nombre. Qué mejor para un planeta vivo que Gaia, me dijo, el nombre que
los griegos usaron para la diosa de la Tierra.
El concepto de que la Tierra es mantenida y regulada de forma activa por la vida de la
superficie tuvo sus orígenes en la búsqueda de vida en Marte. Todo empezó una
mañana durante la primavera de 1961, cuando el cartero me trajo una carta que estaba
tan llena de promesas y excitación como la primera carta de amor. Era una invitación
de la NASA para ser un investigador experimental en su primera misión instrumental
lunar. La carta era de Abe Silverstein, director de operaciones de los vuelos espaciales
de la NASA.
El espacio se encuentra a sólo unos cuantos kilómetros de distancia y es ahora un
lugar común. Sin embargo, 1961 se encontraba a sólo cuatro años después del
lanzamiento del primer satélite Sputnik. Lo escuché cuando emitía su simple mensaje
de bip-bip anunciando que podíamos escapar de la Tierra. Sólo seis meses antes un
astrónomo distinguido dijo, cuando se le preguntó si había pensado acerca de la
posibilidad de un satélite artificial, que se trataba de una tontería extrema. Recibir una
invitación oficial para unirse a la primera exploración de la Luna era una legitimización y
un reconocimiento a mi mundo privado de fantasía. Las lecturas de mi infancia
siguieron un camino bien determinado con un inicio en Los cuentos de hadas de los
Grimm, el paso a través de Alicia en el país de las maravillas y la llegada a Julio Verne
y H.G. Wells. A menudo había dicho en tono de broma que la tarea de los científicos
era llevar la ciencia ficción a la práctica. Alguien lo había oído y se acordó de mi farol.